En el monte, ¡cuántas veces nos acordamos de Murphy!, el de la dichosa ley de “si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal”. Cuando hace buen tiempo y la visibilidad es perfecta, el teléfono tiene batería, el GPS carga todos sus mapas y seguro que vemos indicaciones por doquier. Pero, ¿qué pasa cuando se hace de noche o el tiempo se vuelve hostil?
Seguramente confiaremos en todos esos elementos modernos que llevamos a cuestas por el monte y nos ayudan a estar geoposicionados en el planeta. Y cuando nos hacen falta e interviene Murphy, ¡es muy probable que no funcionen!
El agua de lluvia, colándose en el bolsillo mal cerrado donde llevamos el teléfono, o las baterías recargables del GPS, que con el frío se han quedado “muertas”, pueden hacer que estos aparatos, que nos suelen orientar a la perfección, nos den la espalda poniéndonos en apuros. Confieso: me han pasado las dos cosas… y otras más.
1- Orientarse con la brújula en la montaña
¡No perdamos el Norte!
Kepa Lizarraga
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Por José A. Espejo
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