Cuenta la leyenda que una hermosa joven, de nombre Pyrene, paseaba oculta por los bosques. Era tal su belleza, que muchos hombres combatían por conseguir su amor; pero su corazón pertenecía a Hércules. Gerión, un monstruo de 3 cabezas, enojado, incendió el bosque para que esta no pudiera esconderse. Avisado por un águila, Hércules regresó a rescatar a su amada, pero ya era tarde… roto de dolor enterró el cuerpo de Pyrene bajo moles gigantescas de roca del tamaño de enormes montañas. Fruto de ese amor nacieron los Pirineos, indiscutible reflejo de la belleza de Pyrene.
Son muchos los tresmiles emblemáticos y especiales que podemos encontrar en esta cordillera: es difícil seleccionar solo unos pocos, pero a continuación, te mostramos 3 cimas pata-negra que no te defraudarán. ¿Con cuál te atreves?
En esta ocasión nos acercamos hasta el majestuoso e impactante valle de Ordesa, tallado por un antiguo glaciar. Su reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad es un merecido título dada la espectacularidad del entorno.
Su ruta normal nos lleva desde Pradera de Ordesa (1.350m) por un sendero bien señalizado hasta la cascada de Cola de Caballo (1.787m). Una vez aquí, son dos las alternativas de subida hasta el refugio de Goriz: por las “clavijas” (breve trepada por roca, cadenas y clavos colocados en la pared) o, más largo pero más sencillo, rodeando el circo por la derecha.
Llegados al refugio de Goriz (2.200m), podremos pernoctar ya que hasta la cumbre el camino aún es largo. Proseguimos hacia el norte avanzando por una empinada ladera herbosa que da paso a un caos de enormes bloques de piedra.
Llegados al Lago Helado (2.980m), frente a nosotros se presenta la famosa “Escupidera”, un empinado corredor que dada su formación varía en dificultad según la época del año. En invierno y hasta bien entrado el verano, este tramo requiere de material (crampones y piolet) y de una especial atención tanto en subida como en bajada (muy expuesto con nieve, ya que, si te caes, la cuesta te “escupe” por un acantilado).
En verano y otoño, cuando no hay nieve, aunque empinado, es simplemente un incómodo sendero pedregoso. Salvado este tramo ya solo queda disfrutar de la cima.
Por Eneko Aurtenetxe.
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